Siempre he sido una persona curiosa, alguien que necesita entender el porqué de las cosas. Aunque nunca he recibido un diagnóstico de enfermedad mental, este tema siempre me ha resonado de cerca. La salud mental nos toca a todos, en mayor o menor medida. A veces la vivimos en carne propia; otras, al acompañar a alguien a quien queremos.
Y eso me llevó a preguntarme: ¿qué pasa cuando alguien recibe ese diagnóstico? ¿Cómo se siente? ¿Qué pasa por su cabeza en ese momento? ¿Qué pasos da después? Estas preguntas me rondaban constantemente, así que me puse a investigar, a leer, a intentar comprender cómo afrontamos algo tan personal y, a veces, tan complejo.
Hoy quiero compartir contigo lo que he aprendido. Pero más allá de eso, quiero que esto sea un momento para reflexionar juntos. Porque no importa si has vivido esto de cerca o no, entenderlo nos hace más humanos, más empáticos. Así que acompáñame. ¿Te has parado alguna vez a pensar en cómo nos relacionamos con nuestra propia mente y con la de los demás? Es un viaje que merece la pena emprender, y espero que lo hagamos juntos.
¿Qué es una enfermedad mental?
La salud mental, al igual que la física, puede tambalearse. Una enfermedad mental es, en pocas palabras, una alteración de nuestra forma de pensar, sentir o comportarnos que afecta a nuestro día a día. Pero quiero detenerme un momento aquí. Decir «enfermedad» no significa que estés roto o que haya algo malo en ti. Solo significa que necesitas ayuda, y eso está bien.
Los trastornos mentales son más comunes de lo que imaginamos. La ansiedad, la depresión, los trastornos de la alimentación, el trastorno bipolar, entre otros, afectan a millones de personas en el mundo. Pero no son «etiquetas» para definirte, son solo una forma de entender qué te está pasando.
A veces, lo difícil es aceptar que algo no está funcionando como antes. Nos han enseñado a ignorar nuestras emociones, a seguir adelante sin mirar atrás. Pero si algo he aprendido es que mirar hacia adentro no nos hace débiles, nos hace valientes.
Las más comunes y sus síntomas
Es probable que hayas oído hablar de la ansiedad y la depresión, las dos «grandes conocidas» de la salud mental. Pero, ¿sabes realmente qué implican?
- La ansiedad no es solo «estar nervioso». Es sentir que el corazón se acelera, que no puedes respirar bien o que todo te sobrepasa. Es esa sensación constante de alerta que te agota.
- La depresión, por otro lado, no es solo «estar triste». Es una nube que te sigue, un cansancio que no se va y una sensación de vacío que no puedes explicar.
- También están los trastornos alimenticios, como la anorexia o la bulimia, donde la relación con la comida se convierte en una lucha diaria.
- el trastorno bipolar, que te lleva de estados de ánimo muy altos a otros muy bajos sin previo aviso.
Lo importante aquí es recordar que no estás solo. Hay personas que han pasado por lo mismo, y hay profesionales que saben cómo ayudarte.
A veces es mejor no ponerle nombre a lo que nos pasa
Este es el principal consejo que nos da el experimentado psicólogo en Córdoba Carlos Ruiz León, quien afirma que el <<que nos pongan una etiqueta hace que de algún modo nos identifiquemos con ello (aunque no queramos pertenecer a ese grupo), y que en muchos casos realicemos conductas acordes a lo que (ahora) pensamos que “somos”. Es decir, es muy posible que tras el diagnóstico o la etiqueta aumentemos los síntomas en consonancia con dicho diagnóstico. Esto es lo que en psicología llamamos “profecía autocumplida”. Una expresión acuñada por Robert K. Merton, un sociólogo que planteó “Si los individuos definen las situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.”>>.
¡Y es cierto! Te confieso algo: cuando empecé a leer sobre las distintas enfermedades mentales, me vi reflejada en muchas de sus descripciones. ¿Quién no ha tenido un día en el que todo parece cuesta arriba? Pero, ¿significa eso que todos estamos enfermos? No necesariamente.
Es fácil caer en la tentación de buscar un diagnóstico para todo lo que sentimos. Pero no todo malestar emocional necesita una etiqueta. A veces, simplemente estamos pasando por un momento difícil. Y otras veces, lo que sentimos es una señal de que algo en nuestra vida necesita un cambio.
Por eso, antes de etiquetarte, te invito a reflexionar. ¿Estás durmiendo bien? ¿Te alimentas de forma adecuada? ¿Tienes con quién hablar? Puede que esos pequeños ajustes sean el primer paso para sentirte mejor. Y si no es suficiente, entonces sí, busca ayuda profesional. Pero hazlo desde el amor propio, no desde la auto culpa.
Los demás nos tratan diferente y nos hacen sentir diferentes
Uno de los mayores retos de tener una enfermedad mental es lidiar con la forma en que los demás te ven. Es como si, de repente, te convirtieras en alguien «frágil» o «diferente». Y eso duele.
He hablado con personas que han pasado por esto, y todas coinciden en lo mismo: lo que más ayuda es la comprensión. No necesitas que te miren con lástima, necesitas que te traten como siempre, pero con un poco más de paciencia y empatía.
Si alguien cercano a ti está lidiando con una enfermedad mental, te invito a escucharle sin juzgar. Pregúntale cómo puedes ayudarle y respeta su espacio. Y, si eres tú quien está pasando por esto, recuerda que no estás obligado a dar explicaciones. Tú decides qué compartir y con quién.
Habla con un psicólogo
En mi investigación, algo que destacó fue la importancia de hablar con un profesional. Muchas veces pensamos que los psicólogos son para «casos graves», pero no es así. Un psicólogo puede ser ese espejo que necesitas para entenderte mejor.
La primera sesión puede dar miedo. No sabes qué decir o por dónde empezar. Pero recuerda, están ahí para ayudarte, no para juzgarte. Ellos tienen herramientas y conocimientos que pueden marcar la diferencia.
Si decides dar ese paso, busca a alguien con quien te sientas cómodo. No tienes que quedarte con el primero que encuentres. Es como cualquier relación: necesitas confianza y conexión.
La importancia del autocuidado
Hablando con personas que han superado momentos difíciles, me di cuenta de algo: el autocuidado es clave. Y no me refiero solo a darte un baño caliente o ponerte una mascarilla facial (aunque también ayuda). Me refiero a cuidar tu mente, tu cuerpo y tus emociones.
¿Cómo puedes hacerlo? Empieza con pequeños pasos. Dedica unos minutos al día a hacer algo que disfrutes. Puede ser leer, pintar, caminar o simplemente cerrar los ojos y respirar. Aprende a decir «no» cuando algo te sobrepase y no te sientas culpable por ello.
Recuerda que pedir ayuda también es autocuidado. No tienes que cargar con todo solo.
Las pastillas no siempre son la solución
Cuando hablamos de salud mental, es común que pensemos en medicamentos como la primera opción. Y aunque pueden ser muy útiles en algunos casos, no siempre son la solución definitiva. Las pastillas pueden ayudar a aliviar síntomas, pero no abordan las causas profundas de lo que nos está pasando.
Es importante entender que la medicación no es una varita mágica. Muchas veces, se necesita combinarla con terapia psicológica, cambios en el estilo de vida y apoyo emocional. Además, no todas las personas responden de la misma manera a los tratamientos. Lo que funciona para uno puede no funcionar para otro.
Si te ofrecen medicación, no dudes en hacer preguntas. Infórmate sobre los posibles efectos secundarios y asegúrate de que entiendes cómo y por qué te puede ayudar. Y si decides tomarla, hazlo siempre bajo supervisión médica.
Pero recuerda, las pastillas son solo una herramienta más en tu camino hacia el bienestar, no el único camino.
Haz cosas diferentes en la naturaleza, es la mejor terapia
Cuando estamos lidiando con una enfermedad mental, es fácil quedarnos atrapados en una rutina que no nos hace bien. Pero salir al aire libre y conectar con la naturaleza puede ser una de las mejores terapias que existen.
Pasar tiempo en la naturaleza es relajante y tiene beneficios comprobados para la salud mental. Caminar por un bosque, sentarte junto al mar o simplemente sentir el sol en la piel puede ayudarte a reducir el estrés, mejorar tu estado de ánimo y aumentar tu energía. Incluso actividades simples, como cuidar de un jardín o pasear por un parque, pueden marcar la diferencia.
La naturaleza nos invita a desconectar de las pantallas y las preocupaciones diarias. Nos recuerda que somos parte de algo más grande y nos ayuda a encontrar momentos de paz y claridad. Además, hacer ejercicio al aire libre, como caminar o montar en bicicleta, también libera endorfinas, las «hormonas de la felicidad».
Si te sientes abrumado, prueba a incorporar un poco de naturaleza en tu rutina. No tiene que ser algo complicado. A veces, un simple paseo por la mañana puede ser el primer paso para sentirte mejor. La naturaleza está ahí, esperando a que la descubras.
En definitiva, pide ayuda y sé amable contigo mismo
Si algo he aprendido al investigar este tema es que la salud mental es un viaje. No hay soluciones rápidas ni recetas mágicas. Pero lo que sí hay es esperanza. Cada pequeño paso cuenta, cada conversación, cada momento de autocuidado.
Si te han diagnosticado una enfermedad mental, no te desanimes. No eres tu diagnóstico, eres mucho más que eso. Rodéate de personas que te apoyen, busca ayuda profesional si la necesitas y, sobre todo, sé amable contigo mismo. Porque al final del día, todos estamos aprendiendo a cuidar de nosotros mismos.
amable contigo mismo. Porque al final del día, todos estamos aprendiendo a cuidar de nosotros mismos, un paso a la vez.